domingo, 15 de mayo de 2016

Mi lobo. Primer Aullido



Hoy quiero hablaros de él, hoy quiero hablaros del lobo que me sigue y que me acompaña, que se queda a los pies de mi lecho y que siempre, siempre se bebe mis lágrimas.
Quiero contaros como su pelaje oscuro me acurruca en las noches de invierno y como sus fauces son mías en cada batalla. Quiero que sepáis que mi fuerza es su silencio y mi paz su sueño tranquilo, que se anticipa al deseo y a la guerra bailando en torno a mi cuerpo, que el lobo y yo caminamos juntos, muchas veces en silencio. Que va unido a mi alma desde cachorro, desde el primer aullido a la luna de aquel febrero.
Sabe mucho más que yo sobre el deseo, sabe antes que yo misma cuando comenzamos a descender al infierno, y si me paro, me mira directamente a los ojos, diciéndome, sígueme, no temas, no nos vencerán los miedos. El lobo siempre fue lobo, y nunca será otra cosa aunque lo obligue el tiempo. Es la voz interior, es el compañero que te dice sigue hacia delante, sigue, aún cuando no haya nada cierto; mi lobo es huérfano. Es libre y no tiene dueño, es todo lo que no me atrevo a ser cada noche, cada día en el mundo real poético.

Vive como si cada día fuese el último regalo, como si para él no contase el tiempo, le gusta regalar sus pestañas, a todas las que siguen su rastro en las sendas del tiempo. Camina cada noche casi 100 km, a veces a paso largo, otras veces desde el sueño. Está siempre ocupado tejiendo desvelos, desaparece algunas veces, pero nunca por mucho tiempo, siempre recuerda el camino a casa y no le preocupa hacerse viejo.

Mi lobo juega con las hadas de cabello corto y cota de malla, es divertido y escandaloso pero nunca cuando ataca, cae en profundo sueño después de sobrevivir a largas batidas de caza.

Sabe cuáles son las presas, las piezas más deseadas, y en un acto incomprensible, deja con vida a alguna y las hace parte de su manada. Sólo conozco a una, que soy yo misma vestida y desnuda en su mirada.


En las noches claras de luna llena y cálida sube a lo alto del cerro y aúlla como sólo él sabe hacerlo, invocando toda la magia. Tiene cola larga y le gusta andar sucio lleno de recuerdos y palabras, nunca lleva escudo, ni armas que no sean sus danzas. Cuando el lobo baila, lo hace siempre antes de la caza; no da explicaciones, no las ve necesarias, es más sincero con su silencio, y con sus carreras por los montes en cada noche estrellada. Vive en consecuencia a su instinto a él no le importan las otras camadas. Come, duerme y sueña, ronca y ronronea como si supiese que antes que él no hubo ayer y que después de él no habrá mañana. Y esto sólo lo digo ahora, porque antes simplemente lo odiaba.



3 comentarios: