Nunca me extraño al verte al fondo del
bar.
Cuando nos hicimos viejos, ya no
supimos flotar.
Nos compramos bolsitas blancas contra
la humedad,
para fingir que no duelen los huesos,
que las risas, los besos, son de
verdad.
Y la palabra a deshora, pugna por
salir.
Mientras mis ojos siguen secos,
despinto miradas de mar para ti.
Despeino la estela que dejo al pasar.
Fingimos que no duelen los huesos,
que las risas, los besos, son de
verdad.
Será que ya no queremos volar,
cansados de noches en vela,
de sueños a medio soñar.
Y al nacer el día, de nuevo, un reto,
un cigarro, un verso y vuelta a
empezar,
a ras de suelo, siempre sin pestañear,
despeino la estela que dejo al pasar,
despinto miradas de mar para mí.