lunes, 17 de junio de 2019






Lo de verdad no es, casi nunca, lo que puedes tocar, 

lo que puedes llevarte o lo que crees cierto.

Tampoco suele ser lo que creemos seguro, ni la 

sangre entre las piernas ni el semen al correrte.

Seguramente tenga que ver con acordarte, cuarenta 

años después, de aquella canica de ojo de gato 

que llevabas en el bolsillo; del vértigo del subidón o 

del primer beso de verdad (hay muchos primeros 

besos de verdad). 

Tendrá que ver con acordarse del último abrazo que 

te diste con alguien o de la primera mañana en 

la que tu almohada escondió una maraña de rizos 

negros.

Lo auténtico, es la sensación, es lo efímero; es ser 

poderosa sólo porque estás viva y sopla el viento

a favor. 

Es sentirte hermosa aunque lleves tres noches sin 

dormir y te tiemblen las manos.


Lo de verdad es la cara de ratita en una foto rara. 


Es todo lo que nos define pero jamás nos determina. 

Lo de verdad es la línea, la letra, el compás, la voz, 

el encuadre.

Todo, todo el resto es mentira.  


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