El aire se hizo denso y siempre era de noche.
Nunca regresé a la sonrisa de mi padre.
El tiempo empezó a deshacerse en espirales de humo que giraban hacia el fondo.
Las persianas eran rejas de forja y yo una vara clavada en el suelo.
La ermita fue un pequeño barco a la deriva.
Y sí, el dolor es rojo pero el sufrimiento, mi sufrimiento, es siempre gris.
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