jueves, 11 de marzo de 2021


 Quisiera que hubiese un oficio liviano y sincero que ayudase a cerrar los agujeros trepadores que viven en nuestras cabezas.

  Un oficio sencillo que se lleve la basura por un agujero y que no la deje mirando un lago; que nunca la deje caer en el centro de otra historia.



 Un oficio humilde, como costurera de pedacitos rotos del alma, que entregue el rayo que atraviesa el cuerpo, que pasa por el tronco del árbol y se enraíza en la propia tierra.

 Que reactive cientos de conexiones neuronales, cientos de caminos de luciérnagas que den luz y sueños nuevos.

Que plante, como yo con la letra que me hormiguea en los dedos, una pequeña esperanza.


Y todo ello por la palabra de cinco letras...


Ésa que hace puro lo impuro, la que genera conexiones doradas que nos tejen con el mundo y con otros mundos.

Por conocerla has ardido hasta los cimientos.

Por ella has aprendido de esos hilos dorados que lo entretejen todo.

Esa palabra nos enseña que nunca dos pasiones son iguales. 

En ningún caso.


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